Utopías de los sesenta en “Contra Natura” de Rodolfo Hinostroza
Lima-Santiago-Lima
(I)
La presencia de
la poesía peruana en las librerías de Santiago no es muy notoria. Además de
libros de aquellos poetas que han sido publicados en Chile (como Vallejo,
Carlos Germán Belli, Antonio Cisneros, y más recientemente Roger Santiváñez y
Maurizio Medo, o la antología de poesía peruana preparada por Carmen Ollé para
Lom), es poco lo que se encuentra de otros autores cuyas obras han aparecido,
por ejemplo en editoriales españolas o mexicanas, que permitirían mayor
difusión internacional (solo recuerdo los casos de Jorge Eduardo Eielson y
Martín Adán, ambos en Visor, y Arturo Corcuera en el FCE), y prácticamente nada
de los poetas que solo han publicado en el Perú. Una presencia bastante menor
que la que se observa si invertimos el escenario: si bien las librerías
peruanas no abundan en poesía chilena, sí es posible encontrar libros, no solo
de Neruda, Huidobro, Mistral o Parra, sino también de Rojas, Lihn, Zurita,
Hahn, Teillier, Bolaño, Harris, Carrasco o Hernández Montesinos, y siguen
nombres, así como muchas antologías chilenas de poesía. Sin duda la poesía
peruana, estando entre las más potentes de Latinoamérica (y no creo que esta
afirmación se debilite porque la diga un peruano), no ha tenido ni tiene una
difusión sostenida que permita su reconocimiento más allá de algunos pocos
nombres inevitables. Obras como las de Alejandro Peralta, Pablo Guevara, Juan
Gonzalo Rose, Wáshington Delgado, Luis Hernández, Juan Ojeda y Juan Ramírez
Ruiz han sido muy poco leídas fuera del Perú. César Moro, Emilio Adolfo
Westphalen, Jorge Eduardo Eielson o Blanca Varela quizá son conocidos y
apreciados por los lectores de poesía de México y España, pero muy poco en
Chile o Argentina, por ejemplo. Y me he limitado en estas últimas líneas a
poetas de primer orden ya fallecidos. No obstante esto y la poca circulación
actual de poesía peruana en librerías chilenas (aunque en la Biblioteca
Nacional de Chile es posible encontrar libros de varios de los mencionados,
sobre todo hasta los de la llamada “generación del 50”), existe en este país,
creo, entre poetas de las promociones más recientes, entre académicos jóvenes,
así como en estudiantes de pregrado y posgrado, un cierto interés –que me
sorprendió al llegar a Santiago hace cerca de un año– por la poesía peruana,
sobre todo la de la vanguardia histórica (sin duda Oquendo de Amat es el caso
más emblemático y toda una sorpresa) o la de las promociones más recientes,
despertado este último –imagino– a partir de los estimulantes intercambios
entre poetas jóvenes (y ya no tan jóvenes) peruanos y chilenos durante la
última década.
Esperando que
algunas de mis notas en ldds puedan contribuir en algo a
estimular, entre sus lectores, un mayor acercamiento a la poesía peruana,
presento a continuación un texto mío sobre las dimensiones de la utopía
presentes en Contra Natura (1971) de
Rodolfo Hinostroza, así como el poema que da nombre a dicho poemario, escrito
en el contexto del mayo parisino del 68 y que es, como señalan Echavarren,
Kozer y Sefamí, los responsables de Medusario.
Muestra de poesía latinoamericana, “uno de los libros clave en el panorama
de la poesía hispanoamericana contemporánea”. Mi texto es parte de “Tres
posturas poéticas ante las utopías del 60: Heraud, Cisneros, Hinostroza”,
ensayo incluido en Hinostroza. Il miglior
fabbro (Lima: University of Ottawa/Universidad Nacional Mayor de San
Marcos/ Editorial San Marcos, 2011), volumen (que llegará en pocas semanas a
algunas librerías de Santiago) editado por Fernando de Diego y Paolo de Lima
que reúne las ponencias de un simposio en homenaje a la trayectoria de este
poeta (también narrador, dramaturgo, astrólogo e investigador sobre
gastronomía) y que apareció a fines del año que pasó, coincidiendo con los
setenta años de vida de este poeta.
Contra natura
Leggierissima
toda ojos entraste a mi tienda
cubierta de flores/ oh animal olfativo/
así el color que atrae a las pequeñas
bestias
así casco de
pavorreal
y recordé: deseo cinético
stasis en la contemplación de un cuerpo
milenaria repetición así la mariposa y
el coleóptero
& en tu sexo/ el mar/ thrimetilamida
& en tu pecho jugaban cervatillos de
colores
ojos de pez: te vi y lo supe
un coup de cheveux y ruedo por tierra
& antes había entrado en ti y vi: un
universo líquido
mareas dentro tuyo
nuestros cuerpos imitando el movimiento
del mar
El Pez y La Luna
arriba un cielo podrido jusqu’au bout
pero las estrellas
hombre errante
Adieu
gobernalle/ancla/astrolabio
& más allá aún más atrás in the no
man’s land del orgasmo
el pez sueña
así:
amiboide forma líquida indiferenciada
atracción implacable
in suo esse perseverare conatur
Spinoza dixit
no sexo no el olor metálico del celo
but
amor abominable odio hermoso
Nada, gameto mío! Remonta el río líquido
hasta el origen
La calcárida y la salamandra
:para que yo
abra mi tienda
y un oleaje de muslos rescate toda una
vida perdida.
II
& te enviaron a mi tienda
& yo era un pastor de cabras
podrido por la violencia igualmente
ánima sola
& miraba las estrellas en silencio /
entorpecido
y así te vi venir:
no hembra que mata al macho no la que
cría perros
no l’heritage de la araña no la disputa
nonsense de la presa
pero
complicidad de sangre
así jugabas tocándote tu cuerpo
así
ojos oscuros/ aromas de milenios: mirra
y sodomía/cunilingum
pude decir: soy el más solo de los
animales
but
un coup de cheveux y ruedo por tierra.
III
& todo pudo ser distinto en la
naturaleza
comedores de hierbas y raíces
tuvimos que
imitar a los grandes carnívoros:
tu cuerpo es una presa/ el cazador será
jefe del CIA y de la OTAN
anamorfosis no metamorfosis
Vegetarianos & Salvation Army &
Hippies
no detendrán las guerras
la tarea es reparar lo ocurrido en
milenios
hija de Betulia: plegaria
mis cabellos son largos como los tuyos
la paz y la belleza de este mundo se han
extendido sobre mí
nuestros cuerpos
sucesivos intemporales hommages al alba de la vida
ánima sola
& vi el hacha en tu túnica
pero quise rescatar en una noche
/thalassa oh thalassa/
toda una vida perdida.
Utopías de los sesenta en “Contra Natura” de
Rodolfo Hinostroza
En
los últimos años se ha saldado parcialmente de la deuda que la crítica peruana tenía
con Rodolfo Hinostroza y han aparecido diversos estudios o ensayos sobre su
poesía, sobre todo sobre sus emblemáticos Consejero
del lobo (1965) y Contra Natura
(1971). Como hablar de estos poemarios implica casi inevitablemente referirse a
la utopía, existen ya revisiones generales y otras más detalladas sobre el tema
que ahora me involucra. Para evitar la repetición, en este breve espacio, de lo
dicho y escrito, he optado por estructurar una serie apuntes, quizá algo
inconexos, aunque espero que sugerentes, sobre los sentidos últimos de su
utopía, apuntes provocados por la lectura de Contra Natura, en general, y, en particular, del poema que da
título al libro.
Varias
han sido las corrientes utópicas habitualmente apuntadas por la crítica como
presentes en la poesía de Rodolfo Hinostroza: antibelicismo, hippismo, mayo del
68, revolución sexual. El componente contracultural es, sin duda, central en su
visión y de hecho lo mencionado resulta nítidamente involucrado. Sin embargo,
el gran proyecto utópico que se sugiere, sobre todo en Contra Natura, no se detiene en la apuesta por la libertad, el
placer, el erotismo, la plenitud sexual, la incorporación de otras vías de
conocimiento diferentes a las de la racionalidad occidental, la paz, o el
rechazo a los poderes constituidos.
Incluye todo ello, como se reconoce en la mayor parte de los poemas del libro,
pero persigue, como se lee casi al final, en “Contra Natura”, el texto que le
da título al conjunto, la recuperación de un camino perdido en el desarrollo de
la especie: “& todo pudo ser distinto en la naturaleza / comedores de
hierbas y raíces / tuvimos que imitar a los grandes carnívoros: / tu cuerpo es
una presa / el cazador será el jefe de la CIA y de la OTAN / anamorfosis y no
metamorfosis / Vegetarianos & Salvation Army & Hippies / no detendrán
las guerras / la tarea es reparar lo ocurrido en milenios”.
“Lo
ocurrido en milenios” implica un punto de partida que se pierde en el tiempo,
pero que se reactualiza a cada momento en la Historia –con mayúsculas–, de tal
modo que convierte, por ejemplo, el cuerpo de la mujer que visita al hablante
poético para seducirlo y matarlo en “una presa”. Inmediatamente recordamos el
poema “Gambito de Rey”, al inicio del poemario, en que la crucial pregunta
sobre la posibilidad de escapar a la repetición se deja como una agónica huella
que acompañará la lectura de todo el libro. “Reparar lo ocurrido en milenios”
se presiente entonces como tarea irrealizable. Quizá. Sin embargo, se trata de
percibir casi como epifanía el atisbo de esa posibilidad. Y eso se revela, por
ejemplo, en el acto sexual, “in the no man’s land del orgasmo”. Incluso en
momentos tan extremos como ante una amenaza de muerte. En el poema “Contra
Natura”, el hablante persigue ese atisbo y se entrega a él: “& vi el hacha
en tu túnica / pero quise rescatar en una noche /thalassa oh thalassa/ toda una
vida perdida”. “Toda una vida perdida” es su propia vida, pues se reconoce a sí
mismo como “un pastor de cabras / podrido por la violencia”, pero podría ser al
mismo tiempo la vida humana en general, la de la especie que decidió “imitar a
los grandes carnívoros”. El sujeto, así, desafía el camino impuesto por el
proceso evolutivo y civilizatorio y se sumerge en la posibilidad de instalar
con ese instante otro sentido. Se trata, pues, de una vía regeneradora por la
que accederá a la sensación del infinito y de plenitud vital y casi
cósmica.
Pero
la utopía no se limita a la posibilidad del acto sexual que conduzca a la
sensación de plenitud y al instante infinito. Lo necesita pero también lo
excede. Y el acto sexual, además, finalmente pareciera no poder revertir lo
ocurrido en milenios. Al menos es lo que podemos desprender de los últimos
versos del libro, en “Quinteto de Salmón”: “La Líbido / marcha sobre la tierra
bella y desconsiderada / & así será por siempre / Amén.” A partir de la
mención de la “tierra […] desconsiderada”, podemos suponer que la Historia
continúa repitiéndose, al menos en esos sentidos profundos y definitorios que
hacen que no se detengan las guerras, que el hombre siga esclavizando al
hombre, que la Idea (tan diversa en sus manifestaciones) continúe adueñándose
de mentes y cuerpos. La utopía propuesta por Rodolfo Hinostroza parece entonces
estar destinada a seguir siendo utopía. Es decir: deseo irrealizable.
Y
entonces, ¿no bastaba, junto con Propercio (en “Imitación de Propercio”), con
renunciar a cantar a César y al Poder y reposar “esta noche entre los muslos
Azucena”? ¿No era suficiente –para sustraerse definitivamente del Poder de la
Historia y de la Idea– con huir “arrojando latas de cerveza a América / vagando
sous le Petit Pont / donde cantan los jóvenes melenudos / las más bellas
romanzas de la época”? ¿No alcanzaba “el retorno a la pareja mística” que se
enuncia en el poema “Love’s Body”? Hinostroza parece poner siempre la mirada
más allá, a pesar del valor que le otorga a lo mencionado. Y en esa dialéctica
(mirar el aquí y en el instante presentir la posibilidad de la utopía, a la vez
que insistir en que sigue pendiente el logro fundamental) radica, podríamos
pensar, el nudo de la capacidad movilizadora de su utopía. Si esta solo fuera
escapar, bastaría con unirse a los “infinitos grupos de clochards sous / le
Petit Pont” o reconocer que “una vez más hacer el amor será un milagro / entre
dos o tres”. Y sin embargo, como dice en “Contra Natura”: “Vegetarianos &
Salvation Army & Hippies / no detendrán las guerras”.
El
otro gran eje de la capacidad inquietante y movilizadora de la propuesta
utópica de Hinostroza en su poemario Contra
Natura es que está enunciada en poesía y quizá solo podría haberse
enunciado de ese modo. Con ello nos vemos remitidos a los poemas de Consejero del lobo en que se reconoce al
poeta como vate o profeta, como revelador de visiones que otros no llegan a
percibir. Es esta característica la que lo hace especialmente apto como para
enunciar una utopía como la que aquí se esboza. Pero no se trata de cualquier
poesía, sino de una que ha ido alejándose de las formas ya canónicas para ese
momento de la poesía conversacional, aunque siga participando de muchos de sus
rasgos. La poesía de Hinostroza en Contra
Natura ha incorporado mucho más decididamente voces, símbolos, conceptos, lenguas
diferentes y referentes poco o nada frecuentes en sus contemporáneos. Ha
provocado inflexiones, ha fragmentado la linealidad del discurso, ha explorado
estructuras rizomáticas. Todo ello le ha otorgado a su poesía niveles de
hermetismo que alejan a un lector pasivo, aunque igualmente deja puertas
abiertas a las aproximaciones sensoriales o sensuales a sus textos.
Puede
pensarse, a partir de ello, que el esbozo de la utopía –proyecto final,
imposible– que se ha ido desprendiendo de las páginas de Contra Natura, solo puede asirse desde la multivocalidad de su
lenguaje, desde su capacidad de poner en juego innumerables y disímiles niveles
de significación que remiten a su vez a múltiples zonas de la realidad, y que
emergen desde la conjunción de elementos, desde los símbolos matemáticos, desde
las referencias al ajedrez, a la astrología, desde los conceptos que provienen
de racionalidades alternas y opuestas a las del devenir de la razón occidental.
En este sentido, la propuesta utópica de Rodolfo Hinostroza es simultáneamente
utopía del conocimiento y utopía del lenguaje. Los elementos infrecuentes en la
poesía que coexisten en el libro no deben verse entonces como ajenos o
innecesarios, como banal demostración de erudición, sino como aspiración a la sabiduría.
La sagesse de la que se habla en uno
de los poemas.
Para
terminar quisiera proponer un sentido de Contra
Natura como título, tanto del poema como del libro. Contra Natura no alude solo, por supuesto, al plano sexual, que
podría reconocerse fácilmente en versos como “aromas de milenios: mirra y
sodomía / cunilingum”. Tampoco puede verse únicamente como un guiño que le
permite no confundir su apuesta radical con las de las comunas hippies o los drop outs del primer mundo que postulaban muchas veces un fácil e
ingenuo retorno a Natura o imaginaban buenos salvajes en sus superficiales
incursiones en las periferias del mundo occidental o más allá. Propongo que Contra Natura, elegido como título,
permite sintetizar la confrontación con la construcción –cultural, ideológica y
política, al fin y al cabo– que la civilización humana, con Occidente en primer
lugar, ha establecido como “lo natural”. El poeta parece sugerir que la
recuperación o el descubrimiento de dimensiones desconocidas, incluso ocultadas
u olvidadas por el género humano, pero que forman parte de sus potencialidades,
podrían ser vitales para que la utopía de “reparar lo ocurrido en milenios”
pueda asirse como algo más que un deseo movilizador.
Posteado por Angela Barraza Risso
el 13:51. etiquetado en:
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