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Julieta Marchant



Julieta Marchant (Santiago, 1985). Ha publicado el libro de poesía urdimbre (Ediciones Inubicalistas, 2009) y la plaquette Té de jazmín (Marea Baja Ediciones, 2010). Es cofundadora de cuadro de tiza ediciones, y editora de los libros Teoría de la noche de María Moreno (Comp. Julieta Marchant) y La metamorfosis del sabueso de Horacio Castellanos Moya, ambos de Ediciones UDP, 2011. Desde el año 2008 trabaja en la revista Grifo.


Selección de Diorama (inédito)
el alcance de una mano que jamás ordenará lo revuelto
la totalidad de los objetos
que se abren para decir sus nombres y luego callan
y vuelven a cerrarse y de pronto ya no están
lo que fuimos descendiendo, los fragmentos son lo único posible
si hubo música acaso si hubo puentes escaleras sogas tal vez
si hubo tu cara mirándome cerca palpita tu acaso
la única fotografía y su relato
un bosque de eucaliptos al frente y la muralla
esa ventana que cerramos con un clavo oxidado
los vidrios que reflejaron tu espalda marcada por el respaldo de la silla
marcado por los círculos de la madera marcados por el hacha que la hizo estallar
el mantel a croché arrugado en el centro imagino
esa mesa que ya no está, todo parece antiguo pero cerca retumba
el pasado es la señal que tu mano hacía en el aire
la luz de la cámara penetrando los cuerpos
los cuerpos penetrándose entre sí
la carencia en los límites del recuerdo
tu lenguaje infante, lo precario que es salir cojeando sin mirarse los pies
perdonada por tu falta me aqueja el silencio
en el ruido del mar busco abriendo los ojos para presenciar
tu boca, acercándose al beso
temo a todo lo que no fotografié
temo al registro de las cosas en su mutismo
temo al cruce entre lo que guardo y lo que pude soltar
en la arena mis ropajes se mezclan con lo que serán
allá afuera lo que acontece me es ajeno, adentro
me obligo a poner sobre mí lo que yo misma hice
apretada y dura y dejándome en la insistencia de aflojar lo que éramos
temo a reconocerme en la huida
sabiendo que dejé atrás lo que adelante en su presencia abría
mañanas tibias, la ternura de un cuerpo olvidándose de sí
sin miedo a su extraño, a su otro sucediéndose en capas
los vidrios reflejaron tu mano alzada sosteniendo un cigarro
en el humo oblicuo se me va lo que intento retener
en el humo no hay acaso
la errancia no podrá ser definitiva
y sin embargo
la sombra se aleja y lo que ella proyecta
en la arena provoca su descomposición


La sorpresa de un niño cuando descubre que alguien se llama igual que él. La costumbre de familias como la mía que conservan el nombre a través del primogénito. Heredamos palabras, domesticaciones, esquinas amobladas. Rebelarse contra el nombre fue talar. La construcción de mi jardín me delata porque no es un jardín. Su esmero en el detalle esconde el desastre –breves vacíos anuncian grandes descensos–. Los cuerpos decaen, esa podría ser su naturaleza. El mío se sumerge en una escena que observo desde afuera. Palabras que nos hacen dar la vuelta cuando son pronunciadas, el arrojo del lenguaje, su insolencia.

¿Será posible una escena del trayecto? Dije no, queriendo decir:


Quedarse por la palabra medida que, en su extensión, se desvanece. Por ausencia quedarse, al cauce insoportable de la duda me someto tal vez perderse, soportar. Lo irrepetible de un cuerpo indiferente a la mano que lo traza, mi brazo se quedó haciendo señas en el aire –me quedo–. Tantas veces como tantas palabras, tanto y sin embargo el hueco que forma que estanca que triza tú. El origen oculta trayectos, la rama en la rama, un jardín que reflejado en el agua se devuelve y desarma. Querer decir lo que guardamos. La ruta muda de una colección.



el fotógrafo afina el ojo que afina el lente

el lente afina el cuadro que deja tu cuerpo a un costado de la escena

tu pelo cae insignificante frente a la turbiedad del mar
lo que nos traslada a un recuerdo
breves accesos, objetos que se presentan al azar
puertas traseras anuncian paisajes tal vez
cuántas veces podremos mirar la misma fotografía
y recordar momentos diferentes
dije no queriendo decir tu nombre
lento
anunciando una duda
cuántas veces recurriremos a una imagen
para reconocernos en lo que solíamos ser
tu curvatura densifica una esquina de esa escena
desde atrás podría adivinar la dirección de tus ojos
la luz cae oblicua te corta incluso
un lenguaje conformado de ausencias se hace cuerpo
una sombra anuncia su recorrido y corta lo que la proyecta
yo me quedo:

permanecer por nostalgia
por medir el peso
de una palabra, quedarse por desgarro
por desaparición
lo que a la mano se escapa
en bloque las cosas se exilian
suspendidas se alejan
soportar la contemplación
la carne contraída nos recuerda su existencia
su hacer peso, su centro atrapado, quedarse
a este lado de la puerta
endurecida en la propia tela que recubre
en la superficie sin embargo rasgando
sin embargo rompiendo permanecer sin embargo
en un adentro antiguo
conducir lo propio hasta el extremo posible
y luego traerse
velar
conservar el peso medido
disiparse con la bruma



la mano que calla la boca que esconde la letra palpita tu acaso
tantos modos de irse sin embargo
el desgarro, cruzar un paisaje que parece montado
para ser un paisaje dispuesto al abandono
alguien ordena papeles que otro volverá un puñado
el golpe, no habrá sino golpe
el dedo que silencia el ruido que oculta el verbo pulsa tu nombre
tanto modos de quedarse, intervengo en mí
entre la mano que escribe y la mano que cesa
yo ceso
alcance lento decae la espera
esta escritura es la búsqueda de una imagen de descanso
la detención del eco quizá al cederse el cuerpo fisure
la herida que acalla la herida
dije no queriendo decir
las palabras renuncian a las cosas
y las cosas a las palabras retroceden

Posteado por Angela Barraza Risso el 15:38. etiquetado en: , , , . puedes segui el rss RSS 2.0. déjanos tu comentario

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