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UN PAÍS IMAGINARIO: ESCRITURAS Y TRANS-TEXTOS. 1960-1970. TRAS LAS BAMBALINAS


UN PAÍS IMAGINARIO: ESCRITURAS Y TRANS-TEXTOS. 1960-1970. TRAS LAS BAMBALINAS
Por Maurizio Medo




ORÍGENES DE UNA FUNDACIÓN

El libro empezó a concebirse hace, aproximadamente unos siete años, y con muy mala suerte. En el 2005 le propuse a un editor esta idea, la cual era mucho más ambiciosa. Inclusive, antes de la publicación del libro en sí, editaríamos una colección –la Colección del País Imaginario. De ella “aparecieron” algunos volúmenes: Litane de Alejandro Tarrab; Demonia Factory de Ernesto Carrión; ya no recuerdo bien cuál fue el libro de Héctor Hernández, creo que fue Segundamano; Explanans de Manuel Barrios y Síncopes de Alan Mills.
Digo “aparecieron” pues, según dicen, solamente lo hicieron a través del multicopiado –50 ejemplares, cada uno- cuando, en realidad, la idea original había sido otra: ediciones de 500 ejemplares. Así que con la música a otra parte. La coyuntura hacía que creyera a ciegas en este proyecto –Tarrab y, especialmente, Héctor Hernández- pueden dar testimonio de ello. Y si creía –a pesar de ser un escéptico- era porque, alrededor, se venían gestando actividades nunca antes vistas: el primer festival Salida al mar, en el 2004, celebrado en Buenos Aires; el  Novissima Verba, realizado en Lima, en el 2005, el Estoy afuera, organizado en México en ese mismo año; Poquita fe y AQPOESÍA, en Santiago y en Arequipa, respectivamente, un año después. Algo venía ocurriendo en América Latina. Estos festivales debían ser el síntoma de algo: de una nueva escritura, de una repolitización de los circuitos de divulgación… no lo sé bien aún.
 La idea inicial  de País imaginario, era recoger las escrituras que, por aquel entonces, comenzaban a manifestarse. Sin embargo, pude constatar que, en realidad, la atención saltaba de los poetas de los 70s a los de la novísima, dejando huérfanos a los que habíamos, empezado a escribir durante uno de los períodos más adversos para América Latina, los de la devaluación de las monedas, los de los levantamientos indígenas en Bolivia y Ecuador, los de la barbarie terrorista en el Perú, los del “Caracazo”.
Creí un deber fijar con mayor precisión el período histórico en el cual situarse. De alguna manera las escrituras de los Hijos de la Crisis habían abierto la cancha a los de la novísima –nacidos, casi todos, desde fines de los 70s hasta los primeros años de los 80s. Amén de ello, éstos encontraban en Héctor Hernández a un gran divulgador. Héctor, como pocos, conoce las zonas más inaccesibles de lo escrito en América Latina durante los últimos años. En algún momento conversamos en aunar esfuerzos, pero lo de Héctor (y es natural) apuntaba, más bien a analizar las poéticas de los autores nacidos entre los años 1976 y 1986, fechas que, como él dice, se constituyen “como umbrales coincidentes con un movimiento de fractura en el quehacer de la poesía latinoamericana de hoy, llamada ‘novísima’, no sólo por la edad de sus autores, sino por la novedad de muchas de sus propuestas”.
Así, las escrituras de la “generación”-lo entrecomillo- inmediatamente anterior seguía huérfana, y más si consideramos que la previa a la de éstos, reunía a una serie de poetas “padrotes” quienes no dejaban que “se les pisara el poncho” y que se les robe, aunque fuera durante cinco minutos, toda  la “atención de las cámaras”.

Otro aspecto que confirmó mi creencia en lo que, cada vez más, parecía ser sólo una vaga utopía, fue la aparición de dos antologías: Zur Dos, última poesía latinoamericana, de Yanko González y Pedro Araya, aparecida en el 2004 y. El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente 1965 - 1979, aparecida en el 2005. La primera, tal vez por mi proximidad con la novísima, me parecía que no se detenía en analizar las escrituras de los poetas nacidos entre 1961 y 1975, creo que ese era el lapso,  como una conexión entre lo ocurrido –en los territorios del viejo stablishment- y aquello que se venía gestando. La segunda, y lo digo con todo el cariño que tengo por Rocío Cerón y desde la admiración (enorme) en la que se basa mi amistad con Julián Herbert, planteaba, queriéndolo o no, cierta concepción de “representatividad”, la misma que, tal como se planteaba,  me parecía un anacronismo.

Quizá una pauta de lo que quería lograr se planteó a través de Pulir huesos veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965) de Eduardo Milán. Incluso, lo recuerdo ahora, alguna vez le propuse a Eduardo (por ese entonces veníamos trabajando el libro Resistir: escribir contra la pobreza, publicado a través de Monte Carmelo) trabajar juntos. El notable poeta uruguayo fue enfático: “un libro, una antología, firmada por Milán y Medo es igual que decir ‘problema’”. Hubieron otros intentos, ambos con editoriales peruanas, los mismos fueron abortados antes de ser un embrión.

Mientras, y ya a punto de renunciar a mi empresa (tampoco es que la idea de país imaginario me generara un TOC u otro tipo de trastorno compulsivo), la amistad con los poetas ecuatorianos César Eduardo Carrión, Juan José Rodríguez (ambos editores de Ruido Blanco) y el Tush Villalba fue creciendo, tanto en circunstancias felices (como en la segunda versión del Festival de la Lira así como en sus visitas a casa) y otras calamitosas (como aquella del festival de poesía en Ambato, un remake severo-andino de Auchwitz). Fue durante una de las visitas de Juan José que cuajó el proyecto, e incluso con las condiciones más adversas para que ello ocurriera, las mismas que exigieron, tanto a los amigos de Ruido Blanco como a quien escribe, una serie de sacrificios y renuncias.

UN MAPEO POR EL PAÍS

Tal como lo expliqué en diversas entrevistas, más que una “antología” –como pudieron ser aquellas antes mencionadas y otras, más recientes, como, por ejemplo, Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana, de Gustavo Guerrero- la concepción de Un país imaginario. Escrituras y transtextos. 1960-1979 busca constituirse en una fotografía instantánea de lo que viene ocurriendo con algunas escrituras en América Latina. Sucede en “tiempo real”, como declara Benito Del Pliego, es decir, llevando al extremo el planteamiento de Milán en Pulir huesos: veintitrés poetas latinoamericanos. Su espíritu es afín al de este libro, en cuanto representa una lectura (y una reflexión) personal frente a sus escrituras, una sin “embajadores”. La idea del libro estriba en mostrar varios procedimientos de escritura, los mismos pueden surgir dando cuenta de una noticia leída “en los periódicos” para, luego,  presentarse como un puzle, en donde los datos de la tradición literaria pasan  a tener una nueva función; una profanatoria frente  al carácter “sacral” de lo “literario”; a través de la reescritura –lo que Genette denomina literatura en segundo grado, para referirse al desmantelamiento transformativo que se hace de otros autores de la tradición – y en donde la voluntad del poema aparece desde una nueva situación , la de ser solamente una alternativa entre una serie de construcciones, procedimientos y otras formas, antes marginales, “que poco a poco vemos reconociendo como poesía. País imaginario presenta una serie de densidades de la escritura surgidas desde la mutua afectación entre los discursos conversacional y neobarroco. Ya no podemos hablar de éstos como si se trataran de compartimientos estancos de lenguaje. Son flujos cuyas corrientes han ido forjando un remolino, cuya fuerza terminó arrastrando dentro de sí otros tipos de experimentación lingüística: la de los poetas LANGUAGE, la de los del objetivistas, la de los poetas de la experiencia, la del talk poetry, generando una serie de nuevas manifestaciones, las mismas que se reconocen como parte, e impugnación, de la tradición. En ellas no existe representación porque el espíritu de la metáfora está barrido; sólo existen textos en progresión metonímica. En gran parte de ellos se trabaja desde el bordado por fuera del bordado, desde un centrifugado de patchwork que reimprime la noción ciega de una sintaxis en plena revulsión. Son un tránsito que va desde la creencia en una dicotomía discursiva, de acuerdo con el orden del viejo canon, hasta llegar a la tradición de la ruptura, a través de una densificación escritural que se da a través “de (la) recomposición y (de las) rescrituras, lográndose un cruce de pulsiones que cuestiona las nociones de genealogía y devenir” (Héctor Hernández Montecinos, prólogo a 4M3R1C4). Con esta cita estoy situando a país imaginario como una zona intermedia entre Pulir huesos: veintitrés poetas latinoamericanos y 4M3R1C4. Se origina donde Milán termina su lectura y finaliza donde Hernández inicia la suya.

MADE IN MADRID

Benito Del Pliego                                                                             Mario Arteca
Luego de la aparición del libro en Quito recibí un email de Benito Del Pliego, con quien mantenemos correspondencia hace ya varios años. Me comentó que Amargord, a través de la colección ONCE, dirigida por Vik Gómez Ferrer, estaba interesada en publicar el libro. Dicha posibilidad me trajo a la mente una vieja conversación con Héctor en la cual la conclusión fue “hay que conquistar España”. En lo personal mi objetivo, una vez acordada la edición (que saldrá a la luz en los próximos meses) es, y en coincidencia con Benito Del Pliego, propiciar un diálogo con nuestros coetáneos españoles. Plantear, desde una idea nomádica y desterritorializada de la escritura, una nueva reflexión sobre la identidad. Todo ésto hubiera sido imposible de no contar con los aportes de Mario Arteca y Benito.
La edición del libro para Amargord no puede ser más anticanóniga, se dio a través del diálogo, uno cuestionador, crítico y transparente. A través de éste fue que, por ejemplo, decidimos incluir algunos autores que, no habiendo nacido en América Latina, habían desarrollado sus escrituras por estas zonas. Junto a Montserrat Álvarez, quien ya había aparecido en la primera edición, sumamos los nombres de Andrés Fisher, Eduardo Padilla y Vanna Andreini. Se sumó también el del poeta portuñol Edgar Pou (el portuñol es un híbrido –del español y el portugués, originado desde el deseo de comprender y hacerse comprender, entre  aquellos que se resisten a adoptar una de las dos lenguas).
Hoy existen otras editoriales interesadas en el libro. Creo yo que si esto ocurre es porque todo lector, con algo de criterio, nota inmediatamente que éste no plantea nada dogmático y está libre de una militancia discursiva. Un país imaginario. Escrituras y transtextos. 1960-1979 se mueve solo, si tengo alguna actuación en él es como moderador, nada más. Lo mío va por otra senda, y exactamente lo mismo dirían Mario y Benito, y es la escritura de mi propia obra. Si algo me ha deparado este bajo, y esta confesión la hago justamente desde mi preocupación esencial (escribir), es la de sentirme acompañado.
Ayer, mientras daba una última mirada a la edición para Amargord, tuve la sensación de que muchos de los poetas a quienes hemos trabajado, y a quienes no conozco, eran viejos conocidos, como si fuéramos, de acuerdo con  Anand Giridharadas, placeless, sin-lugar (geográfico, racial o cultural).

¿POLÉMICA?

La polémica, mencionada compulsivamente por Mario Bojórquez es un burdo truco de marketing empresarial, al más puro estilo Visor. En la misma, Mario Arteca podría corroborarlo, mi única intervención fue: “tomo las cosas como de quien vienen”, y si dije esto fue de corazón. En más de una ocasión advertí a Arteca, “ésto no vale la pena. No te metas”  Creo, en lo que concierne al libro de Visor, que Eduardo Moga de manera brillante puso los puntos sobre las íes. Por ejemplo, mientras los poetas reunidos ahí declaran que «una de las misiones de la poesía es enfrentarse al poder», lo dicen desde una posición privilegiada, basten dos ejemplos,  el mexicano Alí Calderón, es uno de los organizadores del Festival Internacional de Poesía de Granada, la colombiana Cote ha formado parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Por otra parte, de los antologados (anónimamente, por cierto) cinco han publicado con Visor. Como escribe Moga: “Poesía ante la incertidumbre no es, en realidad, una propuesta literaria, sino una operación editorial. No hay nada en sus páginas que no hayamos escuchado y leído, hasta el hartazgo, en el último cuarto de siglo. Y, precisamente cuando ese discurso amojamado y retrógrado había decaído, para dar paso a un panorama poético más ecléctico e inquisitivo, uno de los principales sellos que promoviera la autocracia figurativa impulsa, con gran aparato publicitario, este ramillete de autores imperitos, calco sin sustancia de lo ya habido, entre los que predominan los hispanoamericanos”. Por ello es que no pueden haber polémican. No hay que ser agoreros para vaticinar que de ese nefasto libro surgirán los popes de una (pretendida) nueva oficialidad (así como de país imaginario la resistencia).

Te decía que, Un país imaginario. Escrituras y transtextos. 1960-1979, fue pensado desde hace varios años. En su proceso debí leer todo lo que pude, pasando justamente por muchos de los autores reunidos en el libro de Visor, cuyas escrituras me parecen simplemente más de lo mismo, un remake  -mal hecho- o del conversacionalismo más chato o de la prédica de los poetas españoles denominados como los “de la experiencia”.

La pregunta que cae por su propio peso es la siguiente: si Bojórquez no aparece en la nómina, ¿por qué tanto berreo y pataleta? La respuesta es simple. Si uno reúne a los escritores reunidos tanto por Eduardo Milán;  Yanko González y Pedro Araya; Rocío CerónJulián Herbert y León Plascencia Ñol como por Gustavo Guerrero, que son casi un ciento, sumando a éstos los que aparecen en País imaginario, verá que su situación, en realidad,  es la de un convidado de piedra. No aparece. ¿Esto es síntoma de algo?. No me toca a mí decirlo. Entonces, es simple, su estrategia para con Visor es la de la pulga que se aúpa sobre el lomo del perro para abrigarse y no quedar solo, a la intemperie.

De seguro, por estas declaraciones, el poeta de Sinaloa berreará, escudriñará mis archivos buscando embarrarme (ya lo intentó y se llevó un enorme chasco), compondrá nuevas letrillas (ya lo hizo y, objetivamente, fueron muy ofensivas) pero, lo siento, es la última vez que hablo de éste.

No tengo tiempo para resolver los problemas de soledad que pareciera tener Bojórquez, que se ocupen de ellos los del FONCA o los de DIFOCUR.

EXPECTATIVAS

Tengo muchísima fe en el diálogo que podamos establecer con nuestros coetáneos españoles. Sobre todo, como decía Benito, porque se dará sin “filtro hispánico, ni tribunal académico, ni estudio de mercado, ni despacho de censores” y sin prejuicios antagónicos –España vs América Latina. Así, como afirmamos, que no hay una escritura latinoamericana –ni chilena o mexicana- tampoco hay una española. Sólo hay escrituras.
Cuando estábamos por cerrar la primera edición en algún momento (lo conversamos con los amigos de Ruido Blanco) se pensó en incluir poetas españoles, los mismos que resultaban próximos al espíritu de las escrituras reunidas, fundamentalmente dos. Uno de ellos ahora es coautor: Benito Del Pliego. El otro es un poeta a quien admiro muchísimo: Marcos Cantelli.
Si el país imaginario, tal como parece y promete, continua creciendo, consideraría (además de otras) esta posibilidad. Creo yo que con el trabajo dialogado con Mario Arteca y Benito Del Pliego, las bases están sentadas. Incluso, por qué no, en algún tiempo, el libro podría seguir apareciendo sin la presencia de ninguno de los tres. Nadie es imprescindible.

Posteado por Angela Barraza Risso el 12:31. etiquetado en: , , , , , , , , , , , , . puedes segui el rss RSS 2.0. déjanos tu comentario

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