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Angel Valdebenito





Angel Valdebenito Verdugo (Freire 1978), ha publicado "Papeles de la Villa Hostil" (Pewma Ediciones, 1999) y "Patria" (Ediciones del Temple, 2008). Fue miembro del taller Santa Rosa 57.





Textos


Patria  II

Los hábitos pasarán,
los planes a corto y mediano plazo
mostrarán su escasa valía, aunque por ahora
todo tiene importancia y gracia.

Sentado en mi cama,
en la tercera cuadra de la Compañía,
comento entre los otros qué pasaba conmigo
antes de entrar y qué pretendo afuera,
cuánto pretendo afuera si aún cargo esta inclinación a los deberes,
turbulenta en su despertarse a las seis de la mañana.

Seguro inflaré por un rato el orgullo familiar
con un diploma de Técnico en Administración de Empresas
y buscaré una oficina o un negocio para ocuparme.

Supongo que seré próspero
y mi vida nunca llegará a hacerse añicos,
como la de Canales Soto,
cuando su padre murió borracho en una zanja de Gorbea.

A otros su duelo, para mí
el merodeo masturbatorio entre lo que aspiro y lo que me molesta,
quiero decir,
mi conversación no pasa nunca de estos lindes

y si a veces ocurre
que en el barullo de nuestra mesa
mi voz se erige entre ellos con cierta madurez,
es sólo porque alcancé a terminar el liceo o quién sabe,
por mi ventaja física al no cargar un muerto de importancia.



Adoquines del Tucapel

En días como hoy, cuando en las calles
el gas lacrimógeno envuelve el barullo y la pedrada,
me es obvio no soportar tanta molestia,
aunque ignore demasiado
y pierda interés en los asuntos de la sociedad,
volviendo siempre de la oficina a la casa,
aturdido por cierta música y sólo puedo,
en la liviandad de mis abstracciones,
concentrarme en recordar la belleza
de los adoquines del Regimiento Tucapel
y el busto de mi Coronel Beauchef erguido,
severo y noble entre nosotros.

El aire se interrumpe en su despliegue
por la trizadura que al cráneo una piedra impone.

Han cortado la luz.

Han bloqueado algunas calles quemando
neumáticos y palos de algún parque.

Bien,
se supone que algo ha de señalar la relevancia de esto;
no el mocoso zamarreando un semáforo,
ni el imbécil rompiendo una vidriera.

La piedra disparada hacia el carabinero
hizo un buen trabajo, aunque en el cuerpo equivocado.

Tal vez sea eso,
pero me es difícil pensarlo con serenidad.

Hoy prescindo forzosamente de mis artefactos,
en el entendido que el simulacro de afuera
vale más que el mío,
a razón de la efeméride de turno.

Me calmo,
repito el gesto de mi dedo medio golpeando una hormiga.
Podría decir que esta situación me honra o me conmueve.
El artificio de una oscuridad tonta
en que maldigo
la interrupción de un orden anterior a la pedrada
y añoro la tranquila irregularidad de un tramo
en que esas piedras
se incrustan y emergen a la vez entre la explanada de acceso
y el césped bien cuidado que circunda
a mi Coronel Beauchef.



Recta


Santiago ha abierto una explanada frente a mí,
bordeada por un montón reluciente
de arbustos irregulares donde el viento
acumula su carroña.

En este eriazo de asfalto sin obstáculos
presumo de mi rectitud.
Porción de entendimiento y avance,
mi pan y sobra.
Armazón de este equipaje que en un fogoso
alarde de resistencia se rebota contra un poste
o lo que pesa mi lengua cuando pregono
noticias que hablan sobre mi orgullo.
Y es todo esto:
mi pie bombeando el acelerador por la pista desierta
y el prójimo
una fogata mal apagada en la esquina anterior.



Barrett


He aquí un sustituto de la muerte: pasillos
o un balcón estrecho para aquietarse en Cambridge.
Ahora que nada sabemos de esas cosas
que nos sucedían despiertos.
Rayo,
señal,
Irlanda,
coral,
frío
y más vituallas para atracar la balsa
en una lejana orilla, a kilómetros de la tierra.

Otrora el corazón fue algo así como un labio,
preciso y receptivo,  
caliente de sus propias extensiones,
no añejo aún por la pelea, los años
y el chillido de este  maldito lienzo estorbando en la mesa, Syd,
entendiera mamá cuántas cosas estorban en la mesa
y nos dejara pulular tranquilos.

He aquí un sustituto de la vigilia:
el inventario más o menos exacto
de nombres y cosas acumuladas por sobrinos
que no nos extrañan,
no nos extrañan en lo más mínimo.




Gesto de ahora: mi pie golpeando el suelo en monótono ritmo

La estúpida inversión de capital antes de morir
perturba mi sueño.
En la hora de poner cara a las consecuencias,
rozo los temas con perfección;
mi idiotez, la naturaleza indómita de mis proyectos
son escasa ayuda y a saber,
no he vendido hoy ni en muchos días
más que lo necesario para estar a flote.

Apilo revistas coloridas en mi mesón de trabajo.
Saco y limpio la loza nueva
con el mismo escrúpulo que resguardo
la paz de la casa.
Respondo frases con merodeos
hasta que amaine.
Yo seré el mismo que antaño encandilado
desperdigaba su menguada luz ante cualquiera
vendiéndole a tíos y vecinos
la especulación de la nada como su gran dote,
mas, tu ceguera y mi escasez
no han podido derrotarme.

La sequedad chillona de tus ideas
no alcanza para alimentarme a diario
y no podrías, como yo,
ver los avatares de un viaje irreal  
en que un par de ancianos
se acomoda tosiendo en una hamaca.

Escribo números con el vigor
de quien empieza a despilfarrar su vida antes de tiempo
y se detiene dudoso a festejar decenios y efemérides.

Una cifra monta a la otra
hasta que férreas figuritas calcen
como pilares de un galpón metálico azotado por la lluvia
o el gesto con que asomo al comedor imaginando
la serena respiración de un ave en el mar muerto.




En recuerdo de Raúl Sánchez

Contragolpe.
La palabra está en las calles.

Hasta hace un rato
tu cuerpo sucio y cansado merodeaba por la casa,
encuentras la casaca y estás listo
para arremeter contra el resto de tu tiempo
a la vieja manera.

Es fácil que te emborraches, entretenido en un corro
con varios compadres cuyos nombres
tardarías en enumerar.

Te consolidas, así,
en la persecución de los mismos postes,
las mismas sombras sinuosas que persiguieron tus tíos.
No montas una barca a la manera de Li Tai Po,
tu leyenda (si la logras) será de otra especie.
Todo cuanto puedas acumular en 30
ó 40 años de vida.
Unas cuantas peleas,
3 hijos,
los goles por el Deportivo Leonel Sánchez.

Mas, recuerda,
borrachos como tú,
que corren de madrugada por la carretera hacia Pitrufquén
o por la curva de Alán,
decidieron por mucho tiempo permitirte la vida.
Quizá te apreciaban por simpático
o juzgaban a bien tu destreza
en la cancha y los aserraderos.

Ahora caminas por la curva de Alán tambaleando
y un auto acelera a tu espalda.
La maniobra se ve diestra,
pero es torpe en la ejecución del destino que te corresponde.

Otro imbécil adelantándose a la jugada.

Su aporte, en todo caso, es sustancial
y se lee
con claridad en la autopsia que te han hecho.

Posteado por Angela Barraza Risso el 12:03. etiquetado en: , , , . puedes segui el rss RSS 2.0. déjanos tu comentario

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