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Pablo Maire



Cuenta con dos poemarios, uno publicado en Valparaíso el año 2007 por Ediciones Cataclismo titulado “Escribí estos versos de Espalda”; el segundo poemario, “OMBLIGOS” fue publicado el mes de noviembre del 2011, por Editorial FUGA
Actualmente radica en Lima - Perú. Sus obras visuales pueden ser visitadas en el blog: www.pablomaire.blogspot.com


“Escribí estos versos de Espalda”


ESCENA PRIMERA


Yo, terrible yo,
de espejos como ocurriendo
un calco que requiere su otro.
Ellos doblan a un donde
y a su vuelta el lugar.

Pronóstico: no hay propósito.

La poesía naufraga y
vacia los tiempos acá



HEMOS

Lo nuevo en raíz,
con agua turbia o cierta,
abraza los lentes que nos separan.

Aquellos lápices ebrios
escriben mal el género de éste, su varón,
en un mundo de peajes
donde el antihéroe no puede entrar a vestirse.

Hemos dicen
y tapan la cara esas antiguas con sangre muerta.

Al menos son valientes las lunas,
que van contra la pared
hacia el lado de la mano alzheimer,
que mete su llave en el espejo
y adivina la edad de la edad.


ESCENA SEGUNDA


IV.-

En un grupo de hojas quemadas
el largo no término,
y en partida lanzaron los cuerpos a mediados,
sobre la virgen de los calendarios.

Nada es cuestión,
hecho el verso para cierta humanidad,
arrugamos la frente al último,
y en cada uno la muerte pronunciada.
El ni ella, elu.

La lucha se grita cobarde y ronca.
Ha caído un niño,
súbanlo, sin luz para no agredir.

Un chuzo nos aloja el pecho,
será la madre que aún pide no parir.
Me lavo en su boca comunitaria,
sin calor, sin frío.

Quemo nubes desde el ala de mi vereda.
Al no haber las invento.
Se miran un sepelio,
son cada tiempo que se agrupan
como hojas quemadas.



VI.-

La muerte,
ahojada en las manos de pretérito,
la que echa lo dormido
a la copa derramada en su fondo,
reposando el pronto.

El mañana siente su tejido
en la idea bestial del toque,
cuando remanga las cáscaras de la garganta
al YO escondido en la escalera de los interiores.

La muerte,
ayer vista un poco menstrual,
sentada sobre muertos anteriores,
siendo mía su huida,
percibí el silbo agresivo del Do
y la corriente con tinte acre.

Corra por el registro académico de las calles,
que ninguna lleva mi nombre.
Pero su huella digital, los huesos,
marchen a los idos vueltos del silencio y
a la seriedad del fin
cuando el aleteo del mar
calle sobre los peñascos.

La muerte bracea el péndulo
que con sus nudos golpea el sueño,
una cuerda sobre la mesa,
emblema de olor hemisférico,
terrícola y celestícola.

Un civil registro de tu nombre
en la moneda que todos portan,
inaugurando siglos y sentenciándolos.

A la hora de mi muerte,
sumerjo panes en la abadía del latir
para que los coman las piedras que rugen al caer
a mi caja envenada de tiempos, matemáticas y religiones.
¡Salud por la copa de fondo derramada!






OMBLIGOS


A Harold Morales



Te enfrentas al terror de dormir,
y envuelto en sábanas que ocuparon delincuentes o blancos
te irás como un déspota recolectando fruta del suelo
para hacer mermelada
y untarla en el pan quemado.
Imaginas, dices, una ciudad edificante.
No es más que la pieza de un escritor
o Trotsky alimentando a sus conejos
¡ojalá lo hubieras hecho tu padre!
Pero por desgracia te cruzaste con un dragón
y dieron a luz,
aquí en la tierra donde escondemos el mundo.

Como no hubo dinero para dejarte en lugar muerto
ahora eres cenicienta - no veo tamaño ni ombligo -
sólo tu carne sepulta. La que pensabas
caería sobre un elefante que recién al morir
se da cuenta de su trompa
o Dios recogería con su lengua.

Lo desconocido - decimos –
está en el terreno de la monstruosidad,
ahora que sólo sirves a la literatura.
Pero pienso abrazarte en algún tipo de resurrección
donde las madres sigan con sus canciones de cuna
que las auxilian
y se levante la prohibición de golpear a los padres
o se quemen las escuelas.
Quizás seremos la misma porquería y volvamos a ellas
para ser domesticados.

Y hoy, al echar papas sobre ti en vez de flores,
pues a decir verdad es lo único que nos salvó del hambre,
nos enteramos que don Quijote supo que era escrito
cuando este continente fue España
y los mapas tiritaban esos días en que el planeta cambiaría.
Lamentablemente tus testículos nunca rozaron un caballo.

Acá el amor, pájaro muerto que vuela,
la guerra y el mar explotan
sin razón aparente.
¡Entonces el mundo se libre del hombre
y exista la mundanidad!

Ya estarás diciendo:
ay, ustedes los seres.



III


Dentro de aquel pasto los jóvenes juegan con sus totalidades
y como un nervioso busco dónde dejar mis huecos y elefantes.
Para ellos soy un tetón de antiguos estómagos que se parece
a dos hermanitas cuando cruzan sus piernas, pero
son suficientes mis brazos y la influencia de estas manos
para encontrar sus frustraciones.

No me griten vas muriendo porque soy entusiasmo en la
medida que hay, tengo la magnitud cambiante y mi blanco es
espeso como el dinero de los padres.
Estos ojos tienen el color de mis seguidores, algo retraídos
con los cambios que experimenta mi cuerpo donde engorda
cada cosa.
También digo a las mujeres que dejen a sus mujeres,
vengan a mentir al mundo sobre las reproducciones
- por el derecho a mentir – y renuncien a sus colchones
haciendo el amor con aborto.

Soy lo primo, lo bastante, tengo hombres que viven y mueren
cierto tiempo como herramientas de mi edición
y antes del hambre me reservo al marido de los países,
le muestro mi vientre en grupo de ombligos
y desastres que seré.


XXXIX


Y así hubo un Chile, sin cuestión,
tristeza aguda, grave
y esdrújula.
Contrario al hueso me dan miedo sus carnes
y los rubios que no van a la cárcel.
Una isla donde los soldados sonríen - sabemos de qué -.
Sin sores ni sanes oímos a Glinka o Ludwig,
música de difuntos para niñitos de un día,
mientras abrazos indígenas para usted.

Chile,
mitad femenino, mitad femenino,
padre de un viejo padre que mira al hijo toda una vez
y a la vagina del hombre.
Culpa del carnicero (Pablo conoce a Pablo)
pues comienza a cortar sin saber el nombre de la mujer de Lot.
Porque imbéciles hemos sido siempre,
pero los lustrabotas acarician nuestros pies.

En el ámbulo un miedo terrible
con algodón no apto para negros.
Shhhhhttttt, no sabemos si nos matará Dios Padre
o la policía.
Murmúrenlo cuando enganchen mi ombligo
a la Embajada de Chile en Chile.

Geografía mala, geografía buena,
geografía.


Inéditos


Llegué a la tierra…

Llegué a la tierra como animal
que al morir su presa deja la rabia
y niño (no hombre) aún
di la primera cucharada por la orilla del plato
caliente, pero viejo.

Soy un loco
que miro hacia la izquierda y derecha como bestia de carga
y me encuentro a mí.
Siempre sobré en los juegos para hombres,
vi a Dios deshonesto curar al malo
o mordía al gallo con tal de tragarme su quiquiriquí
para engallinar al sol de invierno
que pone al pájaro en el suelo,
por eso menos pájaro,
a beber de lo dulce (que curiosamente está más cerca de lo podrido)
y conchesumadremente
el cielo sea de adrede.

La tierra es un militar que nos trajo
una bandera enrollada
y osó dejarla a un pariente de carne y hueso aún
con el entusiasmo de un judío por lo prometido.
Aquí la muerte cierra su interminable lista
al no sentir vergüenza de una mala nota.


A esta hora todo…


A esta hora todo muere indistintamente,
la rama que movemos para sacar la fruta de un solo fruto,
por ejemplo,
un atardecer mayor como toque de templo
o la transparencia que alguna vez nos separó
en la cena familiar,
nosotros, panes duros,
pura casualidad como muerte de ricos.

No poseemos más que el reflejo en la leche, por ser mamíferos
y torpes, dioses rasurados sin sangrar femeninamente,
o una lágrima de zar en 1907 a través de su mujer
o su monje.

He visto a la luna tan inmutable
ajena al planeta, si el hombre es sólo un nombre
desfigurado por el hombre.
No hay circo,
sólo sonrisa inútil tras la revelación del sueño al faraón,
ese dios que pide socorro al pobre último hijo.
Y ya está: siete años viviremos como el estítico
que impide el despojo de la materia y sólo deja su avaricia
cuando el saco rompe.

El poeta ha dejado su sombra
para el futuro
porque este gobierno y el siguiente le persiguen.
Ha echado mano a las lentejas de noche como los duendes,
cuando el mundo estuvo a solas,
y frente a sus colmillos la luna mamó luz,
esa que aparece siglo por medio,
para contarse un cuento.
En ellas encontró el longevo paso de morir
sin reclamar la gloria que le fue arrebatada.

Posteado por Angela Barraza Risso el 14:03. etiquetado en: , . puedes segui el rss RSS 2.0. déjanos tu comentario

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